domingo, mayo 01, 2005

Alexa.

Ella caminaba sobre las hojas secas, le gustaba pisarlas y escuchar los lamentos bajo sus pies, pensaba que el alma al abandonar el cuerpo emitía un sonido similar, huesos crujiendo agonizando lentamente. Las noches así eran sus preferidas, tanta vida descomponiéndose la llenaba de una perversa alegría.

-¿Por qué no entras ya? Está haciendo frío y tú andas destapada, te vas a enfermar Alejandra.
–Sí mami, allá voy.

Corrió en círculos varias veces para sentir aquellas voces que nadie más podía oír y entró en su casa empujada por el aire que azotó la puerta tras ella.

Abrió los ojos sobresaltada, no podía entender por qué ese sueño la aterraba tanto, a veces al cerrarse la puerta escuchaba que algo tras ella estallaba y sentía como si una daga atravesara su espalda y después su corazón, aquella punzada la despertaba, demasiado agitada, con cierto sabor a sangre en la boca que la excitaba, cuando Karl estaba a su lado comenzaba a besarlo y le hacía el amor antes de que la sensación a muerte se esfumara de sus labios, disfrutaba sentir que tenía el mando y más aún cuando su semblante, casi siempre tranquilo, lucía desconcertado.

No podía dormir, sus sentidos estaban exaltados.

–No cierres los ojos, mi amor, me gusta mirarme dentro de ti, sólo espera un poco, volví a soñar con la puerta, debo haber tenido como once años, estaba en el jardín matando hojas, después corría hacia dentro de mi casa y la puerta se quebraba detrás de mi, creo que significa que alguna etapa de mi vida concluirá pronto, quizá...

Sintió un beso húmedo en la boca, era la forma en que él le pedía que se callara y lo dejara descansar.

Antes solían hablar toda la noche, trató de recordar cuando habían dejado de hacerlo y no pudo precisarlo, poco a poco él había empezado a apartarse, a encerrarse en sus pensamientos y ella había comenzado a enamorarse. Tal vez él tenía algo de razón cuando le decía que en una relación siempre hay alguien que quiere más que el otro, y que van girando en una especie de rueda de la fortuna, siempre en lugares opuestos.

Cuando estás hasta arriba amas, sientes nervios, preocupación, una opresión en el estómago, inseguridad; abajo todo es tranquilidad, una sensación de que pronto todo terminará.

Le gustaba pensar que algún día ella sería amada y no tendría que preocuparse por amar. Él decía que la vida podía resumirse como el juego de los opuestos, que si en algún momento los dos llegaran a estar en el mismo punto, los sentimientos alcanzarían un grado tan sublime o tan nefasto que sería imposible vivir.

–Quizá sólo lo sublime sea amar, me gustaría sentirlo alguna vez, cariño.

Le susurró al oído y se recostó sobre su pecho para tratar de encontrar algún mensaje oculto en los latidos de su corazón...

4 comentarios:

MäRiÄnA dijo...

hola...primera vez que paso por aca..seguro no la última...fregonsísimo tu post..
felicidades por tus letras y suspiros..
besitos luminosos..

Isthar dijo...

Qué relato más hermoso... me ha dejado cierta inquetud en la boca del estómago.

Es una delicia leerte ;)

Anónimo dijo...

encontraría el mensaje oculto?. Muy muy bonito. Saludos

Unknown dijo...

Bastante sincero y honesto. Encantador.