viernes, febrero 25, 2005

Redes humanas.

¿Acaso sólo nos usamos para leernos, para escribirnos, para odiarnos, para amarnos?

Eterna soledad.

Basta mirar en los ojos la inmensidad de los mares,

solitarios, dolorosos, desgarrantes de la carne.

Odio, mentiras, sollozos atrapados en el alma

y besos que no se olvidan cicatrizan las palabras.

Bajo máscaras y risas la existencia sigue, avanza

ocultando las caricias de una lengua ya callada.

Y entre el caos de la agonía, aparecen otros brazos

un recuerdo sin pasado va colmando los espacios.

Ya las manos se deslizan más allá de los espasmos,

ya los labios van sin prisa, desbordándose, gritando.

Así los cuerpos se vuelven dependientes del contacto

y las lenguas más adictas a los momentos salados.

Al final quedamos solos, sin saciarnos, agotados,

satisfechos ante un vago sentimiento de encontrarnos.