lunes, mayo 30, 2005

Despedida.

El silencio de tu cuerpo se ha llevado mis palabras
por los senderos ocultos que tus labios me enseñaban
las ha cubierto de niebla las ha cambiado por llagas.


La agonía de nuestros besos se ha quedado con las almas
las ha vestido de sombras en la noche de tu espalda,
mientras mis dedos se pierden al no poder encontrarlas.


La obscuridad en tus ojos hoy me ha dicho que me amabas
me ha revelado en secreto lo que tu mar me gritaba
cuando las olas bailaban con la luna inmaculada.


La amargura de este tiempo se ha mezclado con el agua
se ha vertido desde el fondo, arrastrando lo que estaba,
ha arrancado los recuerdos, ha enterrado nuestra nada.


La dulzura de tu rastro ya comienza a evaporarse
y los ecos de tu aroma atraviesan mi memoria,
se diluyen ya sin forma al final de nuestra historia.

viernes, mayo 20, 2005

Alexa y Karl.

Gotas de lluvia bajaban por su cuerpo, él caminó demasiado, dando vueltas surcando el aguacero, con cada paso sus ojos se aclaraban más, ya no la amaba, no lograría hacerlo jamás.

Era tarde, Alexa esperaba sentada en el comedor con la mirada fija en las llamas que consumían las velas.

Esperó un momento tras la puerta tratando de ocultar sus sentimientos, pensando en la mejor manera de resolver su vida, impregnando en un pañuelo la humedad del cielo y la de sus ojos. Entró empujado por el viento que heló su corazón.

- Hola cariño, no prendas la luz, espera un poco mientras enciendo las velas. Pero mírate, estás empapado, será mejor que te cambies, si no te vas a enfermar Karl. ¿Qué tal estuvo tu día?
- Disculpa por la espera, se me alargó la noche.
- No importa cielo, ven a cenar. ¡Feliz aniversario! Hoy cumplimos tres años desde nuestro primer beso. Las toallas están en el baño. ¿Quieres que te traiga una?
- No, está bien, yo voy.

Se detuvo en el baño frente al espejo observando en su rostro ese falso entusiasmo causado por el paso del frío al calor, llorando en silencio porque había alcanzado un punto sin retorno, a partir de ahí su vida sería distinta.

Se acabó tu cuerpo, tu sonrisa, tus besos, tus labios, tu lengua, tus ojos, tu inocencia, tu pasión, tu olor, tu alma, tu saliva, tus gemidos, tu sexo, tu entrega, tu sinceridad, tu apoyo, tus silencios, tus palabras, tu espalda, tus manos, tus caricias, tu cintura, tu trivialidad, tu frialdad, tu emoción, tu mal humor, mis latidos acelerados al verte, mis lágrimas, tus lágrimas, mi rostro, mis máscaras, mi alma, mi corazón, mi sonrisa, mis carcajadas, mi alegría, mi placer, mi eternidad, mi locura, nuestra vida juntos. “Basta mirar en los ojos la inmensidad de los mares,/ solitarios, dolorosos, desgarrantes de la carne.”

Hay momentos en que la verdad es absurda, fatal; mentir es la mejor manera de consolidar una relación inestable. –Tuvimos sexo, pero no significó nada para mí, ahora tampoco sé si quiero un compromiso contigo.

Podría haberte amado eternamente Alexa. No entendiste que eras todo, que eras mi vida, que en ese instante sin ti no había nada. Estaba enamorado, patético, y era amor de ese que duele, de ese que está en el fondo, de ese que es violento y que arrastra, que se lleva todo sin preguntar; y tu amor sólo eran destellos, un “te amo” escondido en mil caricias, un “te estoy amando ahora” oculto bajo la piel. Sin embargo continuamos, pasó casi un año, yo sentía que después de eso no podría darte todo, me sentía sucio, mentiroso, estaba dolido, estaba herido. Hoy ya nada importa, todo se resbala. Sólo dejé que pasara el tiempo necesario para asir tu alma, para robar tus sentimientos, lo suficiente para poder verterte en el papel antes de desecharte, antes de destruirte, antes de...

- Estás bien mi amor, ni siquiera me diste un abrazo al entrar. A veces necesito tus besos, tus caricias, que me digas que me amas. Basta, hoy no voy a llorar...

Siguió secándose, ignorándola, tratando de recuperar la dinámica de su vida, esas eternas quejas que lo fastidiaban, su papel de ser fuerte y escucharla, su máscara sonriente, su propio engaño.

- No deberías estar triste, ven, te abrazo. Hoy es un día especial, un buen momento. “Odio, mentiras, sollozos atrapados en el alma.” No llores más Alexa, estoy cansado de tus reproches. Conocí a alguien, creo que estoy comenzando a enamorarme, lo lamento mucho...

La estrechó fuertemente entre sus brazos oponiéndose a su resistencia. Ella lo empujaba pegándole en el pecho con la fuerza exacta para no soltarse, mientras sus cuerpos se humedecían por lágrimas de rabia, dolor, amor.

- ¿Desde cuándo? ¿Por qué no me habías dicho nada? ¿Te acuestas con ella verdad? ¿Cómo se llama? ¿Por eso tardaste tanto en llegar, querías quitarte el olor de su sexo? Vete al diablo, infeliz. ¡Suéltame! No te atrevas a tocarme. ¡Contéstame! ¡Dime algo!
- Tranquilízate por favor. La conocí hace unos meses, en la exposición de fotografía. La he visto poco. Hemos hablado algunas veces. “Y entre el caos de la agonía, aparecen otros brazos.” Lo que sucede es que hace unos minutos me di cuenta de que no podría volver a amarte. Aquella vez que te acostaste con él, todo terminó para nosotros. No puedo volver a confiar en ti. Sólo quisiera conocer a alguien, alguien nuevo, con quien pueda empezar sin máscaras, de forma natural. Lo siento pero contigo perdí toda esa pasión del pasado. Sin embargo ahora que me miro en sus ojos, vuelvo a sentir esa emoción que estaba olvidada, lo lamento, en verdad perdóname. Sólo cuídate...

Sacó las llaves de su bolsillo y las puso junto a las velas consumidas, caminó hacia la salida, mirando a Alexa fijamente, deseando ser retenido, sin conseguirlo, mientras ella lloraba acurrucada en el sillón, sintiendo en cada paso una puñalada por la espalda. Cruzó el umbral de la puerta y dejó tras él, aquella parte de su vida.

Con la lluvia nuevamente sobre su rostro, sintió una libertad que había olvidado, y al compás del viento comenzó a escuchar los susurros de su alma, los alaridos de su eterna soledad.

“Basta mirar en los ojos la inmensidad de los mares,/ solitarios, dolorosos, desgarrantes de la carne./ Odio, mentiras, sollozos atrapados en el alma/ y besos que no se olvidan cicatrizan las palabras./ Bajo máscaras y risas la existencia sigue, avanza/ ocultando las caricias de una lengua ya callada...”

viernes, mayo 13, 2005

Casandra.

-Es increíble, no lo crees, la forma en que manejaban los colores y toda esa mezcla de mitos distintos, Homero y los trágicos...

Tu rostro también es increíble, la mezcla de tus rasgos, tu mirada, tus labios, podrían atrapar a cualquiera. “Déjame degollarte con mis besos, sedientos de rituales olvidados.” – Claro, por un lado Artemisa volando y en el otro su estatua, haciendo referencia al templo, como cuenta Heródoto, este fresco de Ifigenia es grandioso...

Tus ojos me encantan, y esa barba que parece ocultar algo es sumamente interesante, estoy segura de que me ha estado mirando desde que tropezamos al entrar empujados por la puerta. Creí que los cristales se derrumbarían tras nosotros. –Hola, soy Casandra, es raro encontrar a alguien que no piense en las calles de Polanco al escuchar esos nombres raros. chico guapo.

–Mucho gusto, hermosa mujer, a mi me llaman Karl, creo que sí, a pocos les interesan los griegos, es terrible. Me parece maravilloso encontrar a alguien que no te mire como bicho raro. Y que sea tan atractiva.

¿Vendrá solo? –¿Vienes solo?

–No, no por más tiempo, podríamos terminar de ver la exposición juntos. El fotógrafo es mi amigo, me dijo que había estado en distintas partes del mundo y que podría ver unas imágenes que me encantarían, como tú, “Ofrecería tu sangre en sacrificio, implorando librarme de tu hechizo” tenía razón. ¿Y tú cómo llegaste aquí?

–Un amigo arquitecto me habló de las fotos, no me pude resistir. Tampoco pude evitar hablarte.

Al terminar la exposición fueron a escuchar jazz en un bar escondido, con el pretexto de discutir sobre las fotos, ambos pidieron vino tinto rechazando la carta y hablaron durante horas desnudándose lentamente sin exponer la atracción que sentían. Él ansiaba que el elixir dionisiaco surtiera su efecto enloquecedor pero le faltó tiempo, Alexa lo esperaba aquella noche.

-Discúlpame, debo irme, tengo un compromiso, maldición en verdad me encantas. ¿Te vas también?

-Sí, por supuesto. ¿Lo invito a mi casa? Pero tiene un compromiso, será otro día.

Después de intercambiar algunas miradas se despidieron con un beso tímido en la mejilla y un torpe abrazo.

-Seguro nos volveremos a ver.

–Sí, claro. Pero, tu teléfono, o tu correo.

–Que estés bien Casandra. Olvidé pedirle su teléfono, demonios, bueno, si tiene que pasar algo, sucederá a pesar de todo. “Perdido entre los mares de mi ruina, / buscando descifrar tus pensamientos.”

Caminó lo más rápido que pudo, con una absurda sonrisa de satisfacción dibujada en el semblante, mirando fijamente la luna, evitando voltear, por miedo a quedar petrificado. Cada pisada era un verso que lo ligaba más a ella.

“Déjame degollarte con mis besos,/ sedientos de rituales olvidados,/ ocultos por los brazos del silencio,/ causado por recuerdos de otros años...”

Debí pedirle su teléfono, ni siquiera volteó a verme mientras caminaba, tal vez no le gusté. ¿Tendrá novia? ¿Casado? No, ¡Claro que le gusté! Se veía en su mirada, no tenía anillo. ¿Por qué no me beso? Estúpido, tímido. Tal vez sólo quería hablar, desahogarse, escuchar, pero para qué acariciar mi rostro antes del abrazo de despedida, sentí su corazón latir junto al mío, exactamente al mismo ritmo, y esa sensación de seguridad, de estar protegida, quizás él tenga razón al decir que todos nos usamos, que vamos por el mundo tratando de reconocernos dentro de los demás, buscando en las personas algo que sentimos que algún día nos perteneció y que hemos perdido, algo que ayude a encontrarnos a nosotros mismos y una vez que lo hallamos o cuando tenemos la certeza de que no lo hallaremos, entonces cambiamos, desechamos a los demás. ¿Me habrá desechado ahora? Yo aún podría encontrar más cosas en él, en su mirada. Mmm, otra vez esta sensación en el estómago, y si no nos encontramos nuevamente. Estoy segura de haberlo visto antes, tal vez, en un sueño. ¿Qué haces aquí parada Casandra? No, no regresará, sería genial que volviera con algún pretexto absurdo, entonces sí lo besaría, es tarde, mejor me voy.

Ella caminó sobre la calle dorada, sonriendo a cada paso, tratando de memorizar todos los gestos de Karl, feliz porque hacía tiempo que no lograba exponerse de esa forma tan natural y asombrada por el exquisito crujir de las hojas, que acababa de descubrir aquella noche, bajo sus pies.

sábado, mayo 07, 2005

Karl.

Sólo la luz de la ciudad atraviesa el umbral de la ventana. Aquella opresión en el pecho era insoportable, sentía que alguien trataba de arrancar la vida de su corazón, se deslizó suavemente debajo de ella para no despertarla y se sentó en la orilla de la cama buscando la luna, casi imperceptible.

–Me gusta tu silencio, a veces tantas palabras vacías son insoportables, no me sirven, interrumpen mis pensamientos, en ocasiones preferiría estar solo y más cuando empiezo a necesitarte, tu presencia me asfixia. “Me asfixia tu recuerdo porque no estás conmigo,/ y tus sombras ocultas viajan por otras manos,/ y la llama en tu boca no me abrasa los labios,/ y tus dedos tiranos no recorren mis pasos.”

-¿Qué dices? Abrázame dulzura.

Balbuceó ante los sonidos perdidos en la penumbra.

–Nada Alexa, sigue durmiendo, sólo estoy pensando en voz alta.
–Algún día me gustaría saber lo que piensas cielo.

Nuevamente se deslizó debajo de sus sueños y se aferró a ella, como si esa noche fuera la última a su lado.

Lágrimas calientes mojaban sus mejillas, no soportaría perderla, aunque no pudiera amarla. Habría sido mejor decirlo todo, terminar con aquellos sentimientos que roían su alma dejándolo cada vez más solo, aunque con ella.

En realidad creí que podría perdonarte. Pensaba mientras acariciaba su espalda desnuda. “Pero mis labios presos de tu cuerpo, sucumbieron al paso de los tiempos”.

A veces se justificaba con el pretexto de que ella le había devuelto la inspiración y los versos tanto tiempo callados, otras veces, cuando miraba en su rostro reflejado aquella cara tan inexpresiva, con la mirada cada día más vacía, la culpaba a ella.

Ella tenía algo extraño que evocaba inexplicablemente en su memoria escenas llenas de tristeza y dramatismo.

Me recuerdas a la mar, tu mirada es tan melancólica que podría enloquecer a cualquiera, incluso a mí. Aún recuerdo que reíste la primera vez que te lo dije, debiste pensar que era un demente, pero era la única forma en que podía llamar tu atención.

Después nuestro primer beso y el inevitable sexo. Un poema logró tocarte y entonces supe que ya me pertenecías; siempre funcionó, varios versos en el contexto correcto y los labios se abrían por completo.

Necesitaba escribir, después de que dejó de confiar en Alexa, ya no podía hablar con nadie, no podía meterse en sus vidas, ni hurgar en sus pensamientos para reconocerse en los demás; las palabras que derramaba en el papel, eran la única forma que tenía para exponer su interior, la necesitaba. En ocasiones los versos eran como presagios, se adelantaban a su vida, la iban creando, dándole significado; y los silencios sólo eran lapsos de tiempo suspendido, períodos sin sentimientos, una espesa niebla cerebral desesperante.

Secó la humedad de sus mejillas, tratando de no moverse demasiado para no despertarla, y comenzó a urdir palabras en la obscuridad, transportado por aquel momento.“Quise secar mi llanto escondiendo/ la hiel de tus palabras con mis besos,/ pero mis labios presos de tu cuerpo/ sucumbieron al paso de los tiempos...”

miércoles, mayo 04, 2005

Silencios.

Como el mar llama a la luna,
añorando sus secretos,
y la busca por las noches
escuchando al firmamento
mientras ella lo ilumina
y lo baña con sus besos.

Como niebla que se escurre
entre árboles inquietos
envolviendo entre sus brazos
los rincones ya sin miedos
y penetra por los poros
diluyéndose en el tiempo.

Con la ausencia de palabras
que se pierden en tu cuerpo
dibujando entre murmullos
los contornos del momento.
Así digo que te amo
cuando ignoras mis silencios.

domingo, mayo 01, 2005

Alexa.

Ella caminaba sobre las hojas secas, le gustaba pisarlas y escuchar los lamentos bajo sus pies, pensaba que el alma al abandonar el cuerpo emitía un sonido similar, huesos crujiendo agonizando lentamente. Las noches así eran sus preferidas, tanta vida descomponiéndose la llenaba de una perversa alegría.

-¿Por qué no entras ya? Está haciendo frío y tú andas destapada, te vas a enfermar Alejandra.
–Sí mami, allá voy.

Corrió en círculos varias veces para sentir aquellas voces que nadie más podía oír y entró en su casa empujada por el aire que azotó la puerta tras ella.

Abrió los ojos sobresaltada, no podía entender por qué ese sueño la aterraba tanto, a veces al cerrarse la puerta escuchaba que algo tras ella estallaba y sentía como si una daga atravesara su espalda y después su corazón, aquella punzada la despertaba, demasiado agitada, con cierto sabor a sangre en la boca que la excitaba, cuando Karl estaba a su lado comenzaba a besarlo y le hacía el amor antes de que la sensación a muerte se esfumara de sus labios, disfrutaba sentir que tenía el mando y más aún cuando su semblante, casi siempre tranquilo, lucía desconcertado.

No podía dormir, sus sentidos estaban exaltados.

–No cierres los ojos, mi amor, me gusta mirarme dentro de ti, sólo espera un poco, volví a soñar con la puerta, debo haber tenido como once años, estaba en el jardín matando hojas, después corría hacia dentro de mi casa y la puerta se quebraba detrás de mi, creo que significa que alguna etapa de mi vida concluirá pronto, quizá...

Sintió un beso húmedo en la boca, era la forma en que él le pedía que se callara y lo dejara descansar.

Antes solían hablar toda la noche, trató de recordar cuando habían dejado de hacerlo y no pudo precisarlo, poco a poco él había empezado a apartarse, a encerrarse en sus pensamientos y ella había comenzado a enamorarse. Tal vez él tenía algo de razón cuando le decía que en una relación siempre hay alguien que quiere más que el otro, y que van girando en una especie de rueda de la fortuna, siempre en lugares opuestos.

Cuando estás hasta arriba amas, sientes nervios, preocupación, una opresión en el estómago, inseguridad; abajo todo es tranquilidad, una sensación de que pronto todo terminará.

Le gustaba pensar que algún día ella sería amada y no tendría que preocuparse por amar. Él decía que la vida podía resumirse como el juego de los opuestos, que si en algún momento los dos llegaran a estar en el mismo punto, los sentimientos alcanzarían un grado tan sublime o tan nefasto que sería imposible vivir.

–Quizá sólo lo sublime sea amar, me gustaría sentirlo alguna vez, cariño.

Le susurró al oído y se recostó sobre su pecho para tratar de encontrar algún mensaje oculto en los latidos de su corazón...