viernes, mayo 13, 2005

Casandra.

-Es increíble, no lo crees, la forma en que manejaban los colores y toda esa mezcla de mitos distintos, Homero y los trágicos...

Tu rostro también es increíble, la mezcla de tus rasgos, tu mirada, tus labios, podrían atrapar a cualquiera. “Déjame degollarte con mis besos, sedientos de rituales olvidados.” – Claro, por un lado Artemisa volando y en el otro su estatua, haciendo referencia al templo, como cuenta Heródoto, este fresco de Ifigenia es grandioso...

Tus ojos me encantan, y esa barba que parece ocultar algo es sumamente interesante, estoy segura de que me ha estado mirando desde que tropezamos al entrar empujados por la puerta. Creí que los cristales se derrumbarían tras nosotros. –Hola, soy Casandra, es raro encontrar a alguien que no piense en las calles de Polanco al escuchar esos nombres raros. chico guapo.

–Mucho gusto, hermosa mujer, a mi me llaman Karl, creo que sí, a pocos les interesan los griegos, es terrible. Me parece maravilloso encontrar a alguien que no te mire como bicho raro. Y que sea tan atractiva.

¿Vendrá solo? –¿Vienes solo?

–No, no por más tiempo, podríamos terminar de ver la exposición juntos. El fotógrafo es mi amigo, me dijo que había estado en distintas partes del mundo y que podría ver unas imágenes que me encantarían, como tú, “Ofrecería tu sangre en sacrificio, implorando librarme de tu hechizo” tenía razón. ¿Y tú cómo llegaste aquí?

–Un amigo arquitecto me habló de las fotos, no me pude resistir. Tampoco pude evitar hablarte.

Al terminar la exposición fueron a escuchar jazz en un bar escondido, con el pretexto de discutir sobre las fotos, ambos pidieron vino tinto rechazando la carta y hablaron durante horas desnudándose lentamente sin exponer la atracción que sentían. Él ansiaba que el elixir dionisiaco surtiera su efecto enloquecedor pero le faltó tiempo, Alexa lo esperaba aquella noche.

-Discúlpame, debo irme, tengo un compromiso, maldición en verdad me encantas. ¿Te vas también?

-Sí, por supuesto. ¿Lo invito a mi casa? Pero tiene un compromiso, será otro día.

Después de intercambiar algunas miradas se despidieron con un beso tímido en la mejilla y un torpe abrazo.

-Seguro nos volveremos a ver.

–Sí, claro. Pero, tu teléfono, o tu correo.

–Que estés bien Casandra. Olvidé pedirle su teléfono, demonios, bueno, si tiene que pasar algo, sucederá a pesar de todo. “Perdido entre los mares de mi ruina, / buscando descifrar tus pensamientos.”

Caminó lo más rápido que pudo, con una absurda sonrisa de satisfacción dibujada en el semblante, mirando fijamente la luna, evitando voltear, por miedo a quedar petrificado. Cada pisada era un verso que lo ligaba más a ella.

“Déjame degollarte con mis besos,/ sedientos de rituales olvidados,/ ocultos por los brazos del silencio,/ causado por recuerdos de otros años...”

Debí pedirle su teléfono, ni siquiera volteó a verme mientras caminaba, tal vez no le gusté. ¿Tendrá novia? ¿Casado? No, ¡Claro que le gusté! Se veía en su mirada, no tenía anillo. ¿Por qué no me beso? Estúpido, tímido. Tal vez sólo quería hablar, desahogarse, escuchar, pero para qué acariciar mi rostro antes del abrazo de despedida, sentí su corazón latir junto al mío, exactamente al mismo ritmo, y esa sensación de seguridad, de estar protegida, quizás él tenga razón al decir que todos nos usamos, que vamos por el mundo tratando de reconocernos dentro de los demás, buscando en las personas algo que sentimos que algún día nos perteneció y que hemos perdido, algo que ayude a encontrarnos a nosotros mismos y una vez que lo hallamos o cuando tenemos la certeza de que no lo hallaremos, entonces cambiamos, desechamos a los demás. ¿Me habrá desechado ahora? Yo aún podría encontrar más cosas en él, en su mirada. Mmm, otra vez esta sensación en el estómago, y si no nos encontramos nuevamente. Estoy segura de haberlo visto antes, tal vez, en un sueño. ¿Qué haces aquí parada Casandra? No, no regresará, sería genial que volviera con algún pretexto absurdo, entonces sí lo besaría, es tarde, mejor me voy.

Ella caminó sobre la calle dorada, sonriendo a cada paso, tratando de memorizar todos los gestos de Karl, feliz porque hacía tiempo que no lograba exponerse de esa forma tan natural y asombrada por el exquisito crujir de las hojas, que acababa de descubrir aquella noche, bajo sus pies.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Los mitos, los griegos, Casandra y algunas terribles visiones...

Donde te habías metido????

Isthar dijo...

Tus relatos me tienen completamente enganchada...

Me gustan estos pequeños "desencuentros" donde todo queda en manos del ¿destino?

Besos de melodias de jazz con sabor a vino tinto...

Unknown dijo...

Confía siempre en el beneficio de la duda, amigo. La serindipia puede convenir un encuentro en el momento más inesperado. O no.

Arîadhna dijo...

Fantástico relato,por su fondo y por su forma,como todo lo que escribes...
Me gustaron mucho esos pensamientos intercalados.

Nerea dijo...

Traicionero pensamiento...estúpida sonrisa.....

Qué hermoso el amor no? Inspiración eterna.

Besos poéticos