sábado, mayo 07, 2005

Karl.

Sólo la luz de la ciudad atraviesa el umbral de la ventana. Aquella opresión en el pecho era insoportable, sentía que alguien trataba de arrancar la vida de su corazón, se deslizó suavemente debajo de ella para no despertarla y se sentó en la orilla de la cama buscando la luna, casi imperceptible.

–Me gusta tu silencio, a veces tantas palabras vacías son insoportables, no me sirven, interrumpen mis pensamientos, en ocasiones preferiría estar solo y más cuando empiezo a necesitarte, tu presencia me asfixia. “Me asfixia tu recuerdo porque no estás conmigo,/ y tus sombras ocultas viajan por otras manos,/ y la llama en tu boca no me abrasa los labios,/ y tus dedos tiranos no recorren mis pasos.”

-¿Qué dices? Abrázame dulzura.

Balbuceó ante los sonidos perdidos en la penumbra.

–Nada Alexa, sigue durmiendo, sólo estoy pensando en voz alta.
–Algún día me gustaría saber lo que piensas cielo.

Nuevamente se deslizó debajo de sus sueños y se aferró a ella, como si esa noche fuera la última a su lado.

Lágrimas calientes mojaban sus mejillas, no soportaría perderla, aunque no pudiera amarla. Habría sido mejor decirlo todo, terminar con aquellos sentimientos que roían su alma dejándolo cada vez más solo, aunque con ella.

En realidad creí que podría perdonarte. Pensaba mientras acariciaba su espalda desnuda. “Pero mis labios presos de tu cuerpo, sucumbieron al paso de los tiempos”.

A veces se justificaba con el pretexto de que ella le había devuelto la inspiración y los versos tanto tiempo callados, otras veces, cuando miraba en su rostro reflejado aquella cara tan inexpresiva, con la mirada cada día más vacía, la culpaba a ella.

Ella tenía algo extraño que evocaba inexplicablemente en su memoria escenas llenas de tristeza y dramatismo.

Me recuerdas a la mar, tu mirada es tan melancólica que podría enloquecer a cualquiera, incluso a mí. Aún recuerdo que reíste la primera vez que te lo dije, debiste pensar que era un demente, pero era la única forma en que podía llamar tu atención.

Después nuestro primer beso y el inevitable sexo. Un poema logró tocarte y entonces supe que ya me pertenecías; siempre funcionó, varios versos en el contexto correcto y los labios se abrían por completo.

Necesitaba escribir, después de que dejó de confiar en Alexa, ya no podía hablar con nadie, no podía meterse en sus vidas, ni hurgar en sus pensamientos para reconocerse en los demás; las palabras que derramaba en el papel, eran la única forma que tenía para exponer su interior, la necesitaba. En ocasiones los versos eran como presagios, se adelantaban a su vida, la iban creando, dándole significado; y los silencios sólo eran lapsos de tiempo suspendido, períodos sin sentimientos, una espesa niebla cerebral desesperante.

Secó la humedad de sus mejillas, tratando de no moverse demasiado para no despertarla, y comenzó a urdir palabras en la obscuridad, transportado por aquel momento.“Quise secar mi llanto escondiendo/ la hiel de tus palabras con mis besos,/ pero mis labios presos de tu cuerpo/ sucumbieron al paso de los tiempos...”

4 comentarios:

Arîadhna dijo...

Una historia de esas que me dejan pensativa,transformando las palabras en sentimientos,los sentimientos en palabras,sin encontrar que decir porque temo estropear la belleza que hay en las líneas..
¿Continuará?Eso espero,muy buena historia,como el resto del blog.
Por cierto,muy bonita la frase que encabeza los alaridos de la sociedad desechable..

Anónimo dijo...

Sí que llegas profundo con tus palabras...esta melancolía que encuentro en tus letras es honda, pesada, ya al menos sé a quien le dedicas tus palabras :)

Isthar dijo...

Consigues que sienta remolinos en lo más profundo de mi alma. Y en cada silencio me hago aire, y en cada palabra me confundo hasta fundirme...

Besos de inspiración

Nerea dijo...

A mi también me duele

Besos